lunes, 25 de octubre de 2010

Urbanismo sostenible: rehabilitar vs edificar

El concepto de sostenibilidad está en boca de muchos desde hace algunos años. Pese a ello, no resulta sencillo definir claramente este término, quizás debido a su uso excesivo por parte de la clase política, convirtiéndolo en un concepto ambiguo y no siempre conciso. La sostenibilidad es principalmente utilizada en relación con el medio ambiente y el cambio climático, pero en muchos casos incluso se aplica a otros campos como el de la economía (la ley de economía sostenible del actual Gobierno español). Sin embargo, no es tan conocida su aplicación en el ámbito de la planificación territorial y, sobre todo, del urbanismo.

Pese a que en los últimos años y especialmente en el caso de Catalunya, las sucesivas leyes y normativas urbanísticas promulgan la necesidad de promover una planificación territorial sostenible, que haga un uso racional del suelo y de los recursos, cosa que realmente parece haberse logrado, en muchas ocasiones, esta buena práctica no se aplica en el caso de la ordenación y la transformación de la ciudad existente. Y es que los grandes proyectos urbanísticos de ciudad se asocian generalmente a transformaciones radicales de la fisonomía de una parte preexistente de la ciudad (por ejemplo, en el caso de Barcelona, la Vila Olímpica o más recientemente el sector de Diagonal Mar). Los grandes proyectos, los que se premian, los que aparecen en las revistas de urbanismo y arquitectura, son habitualmente los que arrasan con lo anterior y construyen algo totalmente nuevo.

Como siempre, el caso de Barcelona es bastante ilustrativo. Se ha citado en este blog en muy diversas ocasiones proyectos como el de la Vila Olímpica. En este caso, toda la zona de Icaria, en la que hasta mediados de la década de 1980 se agolpaban numerosos edificios industriales, de mayor o menor riqueza histórica y arquitectónica, y en la que tras las construcción de la villa olímpica para los JJOO de 1992, tan sólo queda el recuerdo de la chimenea del antiguo complejo industrial de Can Folch (al final de la actual calle Marina).

Pero en Barcelona existen otros casos más allá del Poblenou que también ilustran el gusto de esta ciudad por los proyectos urbanísticos de transformación radical del paisaje urbano. Y uno de ellos es el caso del antiguo Instituto Mental de la Santa Creu, sobre el que actualmente se alzan el Parc Central de Nou Barris, el Parc Tecnològic Barcelona Nord y la sede del Distrito de Nou Barris, entre otros equipamientos públicos.


Construido a partir de 1888 en el antiguo término municipal de Sant Andreu del Palomar, estuvo en funcionamiento hasta 1992, pese a que fue objeto de derribos parciales a partir de 1973, cuando las operaciones de especulación urbanística vinculadas a los polígonos de vivienda social del Régimen se fijaron en esa inmensa parcela de 120 hectáreas situada en la periferia obrera de Barcelona. En ese primer momento, el complejo sanitario fue parcialmente derribado, dejando tan sólo una pequeña parte del gran edificio, pese a que no se llevo el previsto derribo total del complejo. En 1993, se puso en marcha una primera fase del proyecto de transformación de la zona, que preveía la construcción de un gran parque, así como la instalación de la sede del Distrito de Nou Barris, la construcción de una biblioteca, del Archivo Municipal del Distrito, de vivienda protegida y del actual Parc Tecnològic Barcelona Nord, que acoge una incubadora de empresas y diferentes servicios de Barcelona Activa. En esa primera fase, básicamente se llevó a cabo la construcción del Parc Tecnològic. En 1999 se puso en marcha una segunda fase, centrada en la construcción del parque y del resto de equipamientos. Del antiguo manicomio resiste hoy una pequeña pieza que ha sido rehabilitada y transformada en la Sede del Distrito y el Archivo Municipal.


El equipamiento de Barcelona Activa fue construido totalmente de cero, sin aprovechar ni una sola de las edificaciones preexistentes, aunque cabe decir que el derribo de 1973 tampoco había dejado demasiada cosa en pie. Sin embargo, la rehabilitación consta como una parte minoritaria, casi anecdótica, quizás por lo elevado de su coste, pero quizás también por la complejidad de acometerla con solvencia y garantías. Parece que resulta mucho más sencillo para todos los agentes implicados arrasar y construir algo nuevo, en lugar de dedicar tiempo y esfuerzos a aprovechar patrimonio histórico, que además contribuye a conservar la esencia histórica de un barrio.


En mi opinión, regeneraciones urbanas como ésta son precisamente la antítesis del urbanismo sostenible. Destruir y arrasar el patrimonio histórico de las ciudades, sea cultural o industrial, tiene un impacto muy elevado sobre la sostenibilidad. Construir de cero por encima de rehabilitar y reutilizar lo existente es insistir sobre un modelo que se basa sobre la falsa concepción de que los recursos son ilimitados y que hacer algo nuevo es símbolo de progreso, mientras que reutilizar lo existente es de pobres.

En la actualidad, el parque central de Nou Barris es un ejemplo de un proyecto urbanístico de elevada calidad, desde el punto de vista paisajístico y de regeneración urbana, pero no puede serlo desde el punto de vista de un desarrollo urbanístico sostenible, desde el necesario nuevo papel del urbanismo y de la planificación territorial sobre el nuevo modelo económico que necesitamos. Desde el desplome del sector de la construcción, se habla mucho de la necesidad de orientar esta actividad económica hacia la rehabilitación en lugar de la construcción de nueva planta. Pues bien, nuestras ciudades ofrecen centros históricos y zonas urbanas degradadas que son el laboratorio perfecto para poner en marcha esta nueva política.