miércoles, 9 de marzo de 2011

Simbiosis industrial: sostenibilidad más allá de los 110 km/h:

En las últimas semanas el tema de la sostenibilidad, el ahorro y la eficiencia energética acaparan portadas y llenan las noticias, sobre todo a raíz de las medidas tomadas por el Gobierno, especialmente la limitación de la velocidad en autopistas y autovías a 110 km/h. Una medida, por cierto, que anuncian como temporal, lo cual choca bastante con lo que sería una política coherente y seria en relación al ahorro energético y el desarrollo sostenible.

No soy un gran conocedor de este mundo, pero desde el ámbito del urbanismo y de la planificación territorial y también del desarrollo económico local, existen propuestas que con seguridad pueden tener un mayor impacto real y, sobre todo, más duradero. Concretamente, en relación al impacto de la industria sobre el medio ambiente y la sostenibilidad, en la década de los 90 apareció una corriente llamada ecología industrial, la cual tiene unos principios muy básicos pero de gran calado: minimizar el impacto medioambiental de la actividad industrial buscando la reducción del uso de la energía y de las materias primas y, sobre todo, su reutilización. Esta premisa sonaría bastante retórica y poco práctica si no fuera más allá y es que esta corriente tiene una aplicación práctica basada en el concepto de ecosistema industrial o simbiosis industrial.

La idea es que todas las industrias existentes en un mismo entorno geográfico, puede ser un polígono industrial o una área geogràfica más amplia y dispersa, busquen sinergias y reciprocidades con el objetivo de crear un ecosistema prácticamente autosuficiente en materia energética y que produzca la mínima cantidad posible de emisiones y de residuos. Por ejemplo, en la cadena de producción industrial tradicional, una empresa adquiere unas materias primas y energía, las procesa y genera un producto final que vende y unos residuos de los que tiene que deshacerse. En un ecosistema industrial, la energía que genera como residuo una industria en su proceso de producción es utilizado por otra industria como energía para la producción, asimismo, los residuos o subproductos que genera la segunda son materias primas para una tercera y así sucesivamente con otras industrias. De esta forma, la simbiosis industrial permite un uso óptimo de la energía y minimiza la generación de residuos y emisiones inservibles.

La idea de la simbiosis o del ecosistema industrial ha sido puesta en práctica en varios parques industriales, llamados parques eco-industriales, en EEUU, en Escandinavia o en Asia. Uno de los casos pioneros en el mundo es el de la ciudad danesa de Kalundborg (http://www.symbiosis.dk/).


En la actualidad, existen 7 empresas que cooperan e intercambian residuos y energía en sus particulares procesos productivos. En el centro del parque se encuentra una planta termoeléctrica, cuyo excedente de calor suministra energía a 3.500 hogares, además de a una piscifactoría cercana, cuyos lodos se venden como fertilizante. A su vez, el vapor de la planta energética se vende a Novo Nordisk, un fabricante de productos farmacéuticos, además de a una planta petroquímica. Esta reutilización de calor reduce la cantidad de contaminación térmica en un fiordo cercano. Además, un subproducto del dióxido de azufre de la depuración de la central eléctrica contiene yeso, el cual se vende a un fabricante de paneles de yeso. Casi todas las necesidades del fabricante de yeso se cumplen de esta manera, lo que reduce la actividad de minería a cielo abierto. Además, las cenizas volantes de la planta de energía se utilizan para la construcción de carreteras y para la producción de cemento.


Resulta sorprendente cómo con un sistema de este estilo, la actividad industrial puede reducir sustancialmente su impacto contaminante. Pero la ecología industrial va más allá, dado que incide positivamente sobre la competitividad de las empresas y, por tanto, sobre su viabilidad y capacidad de generar ocupación, es decir, sobre la economía local. Y es que mediante este sistema de simbiosis industrial, se reducen los costes de producción y también se obtienen nuevos ingresos por la venta de los subproductos y residuos. Además, estas industrias llevan a cabo procesos de I+D que les permiten determinar un nuevo uso para sus productos o incluso llegar a diseñar nuevos productos y, por tanto, abrirse nuevas líneas de negocio y mercados. Sin ir más lejos, existen casos de empresas que han reorientado su actividad, generalmente obsoleta y poco competitiva, hacia la comercialización de nuevos productos surgidos a partir de la reutilización de sus residuos o subproductos.

En España, la simbiosis industrial aplicada es todavía incipiente, por no decir inexistente. La Administración tiene un papel fundamental en la materialización de parques industriales que se basen en este sistema de cooperación e intercambio. En Catalunya, por ejemplo, el Incasòl es el promotor de numerosos polígonos industriales a lo largo y ancho del territorio, la mayoría de ellos sin ningún tipo de valor añadido y concebidos como meras operaciones de urbanización y comercialización de suelo. Es necesario que se contribuya a la innovación y el incremento de la competitividad de la industria a partir de proyectos como la implantación de parques eco-industriales que promuevan la simbiosis industrial. Es necesario porque sin ir más lejos, la apuesta de Barcelona, en su plan estratégico metropolitano y en su plan territorial metropolitano, es mantener una región metropolitana con un sector industrial potente, que sea capaz de generar más del 20% de la ocupación de toda la región en 2026. Pues bien, si en 2026 el 20% de la población ocupada de la RMB tiene que trabajar en la industria, desde luego no parece muy probable que lo haga en la industria actual, caracterizada por su poca capacidad de innovación y por ser poco competitiva en el contexto de una economía globalizada, donde los costes de producción en países en vías de desarrollo son mucho menores.

Promover parques industriales con equipamientos de valor añadido, como centros de investigación en el reciclaje de materiales o en ahorro y eficiencia energética, promover programas de asesoramiento que ayuden a las empresas a detectar cómo pueden cooperar con otras en el intercambio de residuos son el camino a emprender. En este sentido, también hay que decir que proyectos como el de las Cámaras de Comercio de Catalunya con su Borsa de Subproductes de Catalunya (http://www.subproductes.com/) son un primer paso.

En definitiva, nada nuevo bajo el sol, la clase política se mueve por incentivos de corto plazo y parece que no ven más allá de las próximas elecciones. Necesitamos que de una vez se tomen decisiones arriesgadas, innovadoras y de calado, que apuesten decididamente por un cambio en el modelo económico y productivo. Ideas no faltan.