miércoles, 31 de marzo de 2010

La densificación, el paisaje urbano y la iniciativa privada: el caso de la manzana 5780 del Eixample de Barcelona

En 1854, justo antes del derribo de las murallas, la densidad de población de Barcelona era una de las más altas, sino la más alta de toda la Europa occidental de la época, concretamente de aproximadamente 890 habitantes/ha, frente a los 90 de Londres, los 350 de París o los 380 de Madrid. Esa elevada densidad tomaba la forma de en un paisaje urbano de callejuelas estrechas y oscuras, sobre las que se agolpaban edificios de viviendas con pisos pequeños, poco o nada soleados, sin luz, ni ventilación suficientes. Este hecho marcó profundamente el Proyecto de Ensanche de Barcelona de Cerdà, quien, influido por las corrientes higienistas de la época, fijó la reducción de la densidad y, en consecuencia, atributos como el asoleamiento, la ventilación y, en definitiva, la mayor calidad de vida de los ciudadanos, como los estandartes de su proyecto. Y es que la densidad de población es seguramente uno de los aspectos cruciales del urbanismo moderno.

En términos generales, existe el consenso de que una ciudad “habitable” debe tener no menos de 140 y no más de 350 habs./ha. En la actualidad, la densidad del distrito de Ciutat Vella (que se corresponde con la Barcelona amurallada de 1854) se sitúa alrededor de los 195 habs./ha y la del distrito del Eixample (que incluye la mayor parte del ámbito geográfico del proyecto original de Cerdà) en unos 330 habs./ha. ¿Pero era esta la densidad que se fijó Cerdà en su proyecto? La respuesta seguramente es previsible: rotundamente no.

En su proyecto de 1859, Cerdà dibujó la famosa cuadrícula que caracteriza al Eixample, distribuida en manzanas octogonales sobre las cuales debían construirse un máximo de dos edificios por manzana, en dos de los laterales. Los otros dos laterales debían servir de entrada a los jardines que debían ocupar el centro de cada manzana. Su objetivo era “ruralizar lo urbano y urbanizar lo rural”, en una especie de ciudad industrial, a la vez jardín y compacta. Es obvio que si paseamos por el Eixample de hoy, pese a que reconocemos fácilmente la malla cuadricular dibujada por Cerdà, la ocupación de cada manzana es muy distinta a la originalmente ideada, no sólo porque todos los laterales están construidos sino porque también la mayoría de los interiores de las manzanas albergan patios y construcciones privadas.

¿Qué pasó entre el proyecto de 1859 y el Eixample actual? Algunos dirán que la realidad de la vida. La verdad es que el mismo Cerdà, en modificaciones posteriores a la aprobación de su proyecto, aumentó la edificabilidad en cada manzana, quizás aceptando la realidad imparable del incipiente mercado inmobiliario o quizás engullido por esa misma realidad, ya que él mismo participó en una de las empresas inmobiliarias que levantaron los primeros edificios del Eixample. Y es que la iniciativa privada enseguida fue consciente del tremendo pastel que había detrás del proyecto de ensanche, y los propietarios de los terrenos sobre los que se debía construir la nueva ciudad no estaban dispuestos a reducir su parte del pastel a cambio de disminuir la superficie edificable de cada manzana, aunque fuera en aras de una mayor calidad de vida y un paisaje urbano mucho más agradable.

Se podría decir que el concepto cultural de la propiedad privada del suelo se la debemos a la Antigua Roma, que introdujo la asignación de suelo en propiedad a sus soldados como sistema de colonización de nuevos territorios. Posteriormente, el feudalismo concentró la propiedad del suelo en la nobleza y el clero. Con el fin del Antiguo Régimen, en cada país de Europa sucedieron distintas cosas. En España, a lo largo del siglo XIX se produjeron sucesivos procesos de desamortización que conllevaron la privatización del suelo hasta el modelo actual. En cambio, en otros países como Suecia, la propiedad de prácticamente la totalidad del suelo urbano y potencialmente urbano es pública, estando en manos del Estado o de los ayuntamientos. Esa circunstancia es crucial, ya que permite un mayor control de las políticas de vivienda (importante si consideramos la vivienda digna un bien básico al que todo ciudadano tiene derecho a un precio asequible) y también un mayor poder de decisión y flexibilidad sobre las políticas urbanísticas. En España, y concretamente en el caso de Barcelona, la propiedad privada del suelo impidió que la Barcelona proyectada por Cerdà se materializara, dado que, a lo largo de los años, los intereses particulares han sido capaces de ejercer la presión e influencia suficientes sobre los poderes públicos. Con el paso de los años, la edificabilidad autorizada en el Eixample de Barcelona ha llegado a ser 10 veces la que proyectó Cerdà en 1859. Sin embargo, desde 1976, con la implantación del Plan General Metropolitano, que todavía sigue vigente en la actualidad, se ha conseguido reducir esa edificabilidad a seis veces la defendida por Cerdà.

De lo que era la planificación urbanística del ensanche de Barcelona sobre el papel, lo que ha sido a lo largo del siglo XX y lo que es actualmente, da muy buena cuenta la manzana 5780 del Eixample de Barcelona. Esta manzana, delimitada por la calle Llull, la avenida Bogatell y las calles Joan d’Àustria, Ramon Turró y Marina, ha representado a la perfección lo que “la vida” deparó en muchos de los casos al proyecto original de Cerdà. Está situada en lo que en 1859 era el municipio independiente de San Martí de Provensals, que pasó al actual distrito de Sant Martí después de la anexión a Barcelona en 1897. Esta manzana estaba claramente ubicada en una zona de periferia indefinida, en la frontera entre ambos municipios, lo que facilitó (como en la mayoría del área del Poblenou) la instalación de numerosa industria, que se mezclaban con viviendas habitadas por las familias que trabajaban en las fábricas de la zona.

En 1976, el Plan General Metropolitano declaraba esa manzana como zona industrial, aplicándosele la famosa clave 22a, y consolidando así los edificios de almacenes, oficinas e industria en general que allí se agolpaban. Ni que decir tiene que la ocupación de la manzana era prácticamente del 100%, por todos los laterales y el interior de la misma. Posteriormente, la candidatura olímpica de Barcelona hace que la zona colindante de Icaria y el frente marítimo se conviertan en la perfecta localización para una futura villa olímpica. Se procede a la elaboración de un plan especial urbanístico que recalifica toda la zona, de industrial a residencial en grandes términos, pero dejando de lado la manzana 5780, que deberá ser objeto de un plan especial de reforma interior. Así pues, en uno de los márgenes de la Vila Olímpica de Barcelona, esta manzana se mantiene como una isla industrial decadente y progresivamente degradada, con locales que gradualmente son abandonados y dejados en desuso.

Todo ello hasta que en mayo de 1999, Sal Costa, uno de los ilustres vecinos de la manzana, cuya fábrica se ubicaba en el número 56-62 de la calle Marina y ocupaba casi el 25% de la superficie total de la manzana, se traslada a una nueva fábrica en el Puerto y abandona esas históricas instalaciones. Pocos meses antes de materializarse el traslado de Sal Costa, el Ayuntamiento de Barcelona había procedido a la aprobación inicial de un plan especial de reforma interior de la manzana a iniciativa de los propietarios privados de las parcelas, ejecutando por fin la pospuesta recalificación de zona 22a a 13a (de industrial a residencial), y abriendo el camino al derribo de la mayoría de almacenes industriales para su transformación en edificios de viviendas. A diferencia de lo ocurrido desde 1859 hasta 1976, cabe decir que dicho proyecto de reforma y fruto de la nueva legislación, contemplaba la obligatoriedad de una reserva de terrenos para una zona verde que ocupara el 30% de la superficie de la manzana, como elemento obligatorio para la construcción de futuras viviendas. En ese momento, la inmensa mayoría de los propietarios de las parcelas de la manzana eran particulares. Así pues, una empresa que ocupa el 25% de una manzana urbana abandona su emplazamiento y la iniciativa privada insta al Ayuntamiento a modificar la calificación urbanística de industrial a residencial.

Posteriormente, el plan promovido por los propietarios de la manzana es modificado por el Ayuntamiento, que reduce las unidades de actuación de tres a dos y aumenta el número de parcelas que deberán hacer cesión de parte de su superficie para la construcción de la zona verde. Además, en el año 2000, la Comisión de Calidad del Ayuntamiento de Barcelona pide la modificación del plan de la manzana, ya que considera que la mejor alternativa no es la de zona verde abierta a la avenida Bogatell, sino el cierre perimetral de la manzana a través de una edificación sobre el frente de la avenida Bogatell, dejando la zona verde como un interior de isla, con aperturas puntuales mediante pasajes públicos. A raíz de esas observaciones, en 2001 se aprueba una modificación del plan inicial (que en esencia era el propuesto por la iniciativa privada) que reduce el número de edificaciones de cinco a cuatro, pasando de dos edificios de ocho plantas y tres de seis, a uno de siete plantas, dos de seis y uno de cinco. De esta forma, se obtiene una mejor adaptación de las nuevas edificaciones a las ya existentes, reduciendo el impacto y dando una mayor sensación de continuidad a la manzana.

A todo esto, entre el plan inicial de 1998 y la modificación de 2001, la propiedad del suelo de la manzana ha cambiado sustancialmente. La mayoría de propietarios particulares ha dejado paso a una promotora inmobiliaria, que es ya dueña del 70% de la superficie de la manzana. Sin duda, un movimiento muy propio del boom inmobiliario que ya se empieza a dar en ese momento y que merece capítulo aparte.

Aunque ni el máximo de superficie edificable, ni la superficie dedicada a zona verde, ni el número máximo de pisos que se pueden construir cambian del plan inicial a la modificación, lo que sí que cambia es la forma que adopta la manzana. De cinco edificios, se pasa a cuatro, sin torres que sobresalgan de la uniformidad de la manzana. De un espacio público poco más que una prolongación de la calle se pasa a un espacio interior, menos fragmentado y con naturaleza propia e independiente.

Entre finales del siglo XIX y principios del XXI, hemos avanzado, no cabe duda. Si antes el interés privado impidió la materialización del paisaje urbano que Cerdà diseñó para Barcelona, ahora no nos lo puede impedir pero puede modificar su imagen. Porque aunque en el caso de la manzana 5780 se ha logrado seguramente imponer la mejor de las soluciones para obtener una densificación idónea y un paisaje urbano de calidad, la propiedad privada del suelo aún tiene la capacidad promover las transformaciones del paisaje de nuestras ciudades hacia los caminos que, en la mayoría de los casos, llevan las leyes de la oferta y la demanda.

3 comentarios:

  1. Hola buenas tardes, mes gustaría conocer su opinión como experto al respecto de la reforma del barrio del Cabanyal (Valencia)

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  2. Tomo nota para futuros posts. Gracias por su interés.

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  3. Buenos días,

    Espero con ansía sus recomendaciones bibliográficas para este Sant Jordi. ¿Tenemos lista de la lectura imprescindible del urbanimo?

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